¿Valen más las vidas de las personas que fallecieron en el Jet Set que todas las vidas que se pierden anualmente en la República Dominicana?

Freddy Castillo

4/10/20252 min read

La tragedia ocurrida esta semana en la discoteca Jet Set ha sacudido profundamente la conciencia nacional. Más de 200 personas perdieron la vida tras el colapso del techo del emblemático centro de entretenimiento en Santo Domingo, durante un concierto del legendario merenguero Rubby Pérez. La noticia ha copado los titulares nacionales e internacionales, provocando una ola de luto, indignación y solidaridad. Figuras públicas, artistas, políticos y ciudadanos de todas partes han manifestado su dolor. El país está de duelo. Y con razón.

Pero esta reflexión no busca restar importancia a esa tragedia, sino invitar a una pregunta incómoda: ¿Por qué no reaccionamos con la misma intensidad ante las casi 3,000 muertes que ocurren cada año en circunstancias que también podrían haberse evitado?

Cada año en la República Dominicana mueren cerca de 2,866 personas en situaciones que, directa o indirectamente, son responsabilidad del Estado. Hablamos de homicidios producto de la delincuencia, muertes por accidentes de tránsito en calles sin control ni orden, fallecimientos por negligencia médica o falta de insumos en hospitales públicos, muertes laborales por condiciones inseguras, muertes en cárceles por hacinamiento o enfermedades sin tratamiento, y vidas perdidas en desastres naturales por falta de prevención.

Eso representa, en promedio, casi 8 personas cada día.

Sin embargo, esas muertes raramente generan titulares. No son cubiertas con transmisiones en vivo ni conmueven a la opinión pública con la misma fuerza. No se decretan días de duelo nacional. No hay homenajes, ni lamentos en cadena de los artistas. ¿Por qué?

Tal vez es porque ocurren una a una, en silencio. Tal vez porque son gente sin nombre famoso, sin un escenario, sin un espectáculo. Tal vez porque nos hemos resignado a vivir en un sistema donde morir por negligencia, por abandono, o por pobreza parece “normal”.

Pero no debería serlo.

La pregunta que deberíamos hacernos no es si las vidas perdidas en Jet Set valen más. Claro que no. Cada vida humana tiene el mismo valor. Pero si eso es cierto, ¿por qué no reaccionamos con la misma urgencia ante las muertes que ocurren por omisión del Estado? ¿Por qué no exigimos con la misma firmeza reformas profundas para evitar esos fallecimientos silenciosos y cotidianos?

Si algo puede enseñarnos esta dolorosa tragedia, es que sí es posible como país movilizarnos por la vida humana. Que sí hay espacio para la compasión, la exigencia y la indignación. Pero que debemos extender esa compasión más allá del Jet Set. A las calles, a los hospitales, a las cárceles, a los campos, a los barrios. Porque mientras no lo hagamos, seguiremos llorando tragedias cuando ya es demasiado tarde.